Democresía, un espacio abierto al Encuentro
- Clara Mollá
- 3 jun 2018
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 29 mar 2023

"Es cierto que el Otro a mí se me antoja diferente, pero igual de diferente me ve él, y para él yo soy el Otro". Estas palabras pertenecen al libro "Encuentro con el Otro" de Ryszard Kapuscinkin, un escritor y periodista polaco que consideró el "Encuentro" como una herramienta fundamental para la convivencia. Y al cabo de un tiempo, en una universidad de Madrid, se ha aterrizado esta realidad en el Periodismo. No cabe duda de que el nombre es ingenioso. La combinación de estas dos palabras (Democracia e Hipocresía) dan el nombre a una revista de actualidad, cultura y pensamiento que, a pesar de haber nacido en España, la forman personas de distintos lugares del mundo e intentan lograr un espacio para que se dé un encuentro. Ignacio Pou, un joven catalán que tuvo la brillante idea de crearlo, y Ricardo Morales, otro joven inquieto que no dudó en unirse a él, nos dan pistas para comprender la situación actual que vivimos y qué papel tiene Democresía en ella.
¿Cómo nace Democresía?
Ignacio: Democresía nace casi por desbordamiento. A pesar de que trabajaba en una agencia de noticias, me daba cuenta de que muchos temas que trataba con objetividad, se quedaban muy cortos. Sentía que había algo más que decir y que, muchas de las cosas que contamos, requieren una explicación que desde los medios no se da por el tipo de servicio que se presta. Todo esto se vuelca en “si yo tengo algo más, hay que decirlo”. Empieza de manera personal, aunque no con ambición personal, ya que empiezan a colaborar varias personas, entre ellos Ricardo Morales, que ve algo que el resto no ha visto y que desea, al igual que yo, sacarlo a la luz.
Ricardo, ¿Por qué te adheriste al proyecto?
Ricardo: Desde el primer momento, lo que más me llamó la atención fue el nombre. Y, si luego se pone en contexto con alguien como Nacho, al que siempre asociaba la formalidad hecha carne, y con la gente que escribía en el blog, descubrí que había una madurez y una manera de escribir que me seducía mucho y que mi estilo, un tanto anárquico, podía encajar bien. Comencé con un seudónimo haciendo columna literaria y, finalmente, todo se fue dando de una manera muy natural. Era y es muy fácil trabajar porque hay un estilo común y una perspectiva vital que nos permite seguir ahondando y escalando hasta lo que es ahora, final de un blog y transición a una entrevista.
¿Qué intentáis lograr con la revista ?
Ignacio: Se suele decir que el periodismo tiene 3 funciones: informar, entretener y formar. Entendemos que la información ya está cubierta, al menos en el dato de actualidad, pero no se puede tratar el dato sin una formación previa; se necesita una mirada más pausada que ahonde con las causas en las verdades que se ponen en juego. Esto es lo que nos permite ponernos en contacto con la persona que sabe del tema, es decir, gente que proviene del mundo profesional con una experiencia vital completa, que nos lleva a ver no sólo que ha ocurrido, sino a entender el qué.
Ricardo: Lo que me llena es que hemos sido capaces de abordar temas de actualidad como cualquier otro medio y hemos conseguido trazar esa óptica que tiene para enfrentar los temas de actualidad, cultura y pensamiento, y toda la idea del encuentro. Saber que se pueden abandonar las trincheras ideológicas en las que muchas veces estamos, para abordar cuestiones que nos atañen a todos y ver que ahí, en ese instante que hay entre tu y yo, existe un texto que nos pone a debatir. Y la idea no es que se quede en Democresía, sino que se pueda llevar y aplicar en la vida de cada uno.
Ignacio: Hay también un diagnóstico del por qué del enfrentamiento y del por qué sobre ese trincherismo. Cuando apelamos a profundizar en el tema, tenemos la convicción de que surjan temas que puedan ser comunes y, a lo mejor no estamos de acuerdo con la vía para seguir, pero sí en el problema. El objetivo es crear un diagnóstico compartido que nos permita mirar un objetivo desde un lugar, aunque no sepamos cuál es el camino. A partir de ahí, se reconstruye la convivencia, desde la reducción y el pancartismo, es imposible.
Ricardo: Yo diría que parte de cierta honradez intelectual el no querer crear enemigos a tu medida, sino más bien ponerte tú en juego hasta tal punto que te das cuenta que la realidad es la que te mide a ti. Pienso que parte de decir “yo sé poco”, pero intentar que lo que se diga, se haga a partir de una parcela desde esta honestidad. También, intentar que este tema lleve a que el Otro, o bien se encuentre con el autor o con el tema propuesto. Lo que genera valor es hacer camino del autor con el lector, es decir, la capacidad de reacción con cierta dotación para que, si se lleva el tema a la discusión en redes, no surjan meras reacciones, sino argumentaciones que siempre acaben en un gracias.
Habéis hablado de la formación del periodista, esta revista si por algo se caracteriza es por analizar muchas veces la actualidad desde un punto de vista humanístico. ¿Por qué creéis que es tan importante la formación intelectual, en concreto humanística?
Ignacio: Siempre hacemos especial hincapié en las humanidades porque entendemos que lo que ocurre fuera no son hechos aislados, sino que provienen de situaciones de un tipo de ser muy concreto, que tiene preguntas y motivación muy concretas y que busca felicidad de modo concreto. Ese conocimiento de lo que es el ser humano y ese haberse zambullido en sus manifestaciones históricas y éticas, en su modo de pensar, en su modo en que se quieren relacionar, es lo que te permite poner en contexto todo, desde una manifestación por una causa que, por algún caso no entiendes a priori, pero si lo pones en ese contexto cobra mucho sentido, hasta una serie de televisión.
Ricardo: Es cierto que hemos recibido una herencia personal de formación integral en la que, la perspectiva humanística, traduce una forma de orientar los temas en la revista que conducen a una forma de vivir y a una forma de ver y de querer mirar. Por esto, la vocación que tiene que tener Democresía es necesariamente generar encuentro, es decir, crear un espacio de diálogo. Una propuesta online tiene que llevarse, si vive bajo esta perspectiva, a un ámbito off line, es decir, generar comunidad y ahondar cuestiones que pueden ser desde un gran tema crisis de liberalismo o géneros de comunicación masas a aterrizarlo a literatura, música o cine.
Ignacio: Nosotros hemos recibido algo, pero también porque de algún modo hay un diagnóstico ahí, es decir, no puedes entender lo político solamente como justicia social o como reparto de dinero, o como regulación y límites del poder. Si no entiendes la política como algo vinculado a un bien común, un bien común para alguien, un tipo de comunidad concreta y humana, por supuesto que te quedas en esa clase de discurso reduccionista. Si no pones en contexto cada actividad humana en total de algún modo, es cuando vas a entrar en reduccionismos que conduce a las soluciones desastrosas que vemos constantemente.
En el periódico tenéis un bloque dedicado a Cataluña, y esto que estáis contando lo habéis intentado reflejar de algún modo…
Ricardo: El término encuentro es una de nuestras piedras angulares. Hay textos en los que, para generar encuentro, tienes que partir de un momento de ruptura, donde dices “hasta aquí” y que, muchas veces hay artículos que son externados y que su propósito sí es partir de la propuesta formal de generar encuentro, pero que en ese momento tiene que ser una reacción. El encuentro habla de reciprocidad, de una relación unilateral entre dos personas que tiene vocación de encontrarse en un punto en común, pero si en ese punto en común solo acudes tú, tienes que hacer una llamada y preguntar: “¿Por qué no estas aquí pudiendo estar y por qué no intentamos desde aquí solucionar esto? En este apartado hay propuestas constructivas, hay propuestas muy viscerales. Nunca insultantes, la víscera no quiere decir vírica, sino que es parte de las entrañas de uno porque te afecta personalmente lo que ocurre.
Ignacio: Muchas veces hay confusión de encuentro: Uno renuncia a uno mismo y se funde en una especie de nada con el Otro, y el Otro no renuncia a lo suyo, de manera que está haciendo el idiota, y un último en el que piensas: “Yo soy esta persona, con este contexto y estas ideas, pero yo sé que no tengo toda la razón y, por eso, vamos a trazar un camino juntos”. Pero ese construir juntos no significa renunciar a lo que uno piensa. En Cataluña ha pasado que ha habido una renuncia colectiva a pensar por las dos partes, pero en uno de los dos lados, el del nacionalismo, quizás provocado por el terror, miedo o desconfianza a la otra parte de la población, que ha hecho imposible el diálogo. Nosotros tenemos la obligación de comparecer ahí y tratar de ofrecer unas palabras; crear una vía de diálogo para quien quiera acudir. Pero no sabes si acudirá alguien porque te encuentras que, sistemáticamente eres juzgado por de donde vienes, por como piensas, por como te apellidas, por quienes son tus padres en lugar de por lo que dices y por que quieres hacer con tu vida, y eso es muy duro porque no puedes obligar al otro a hablar.
Hay un artículo que escribió Ricardo en el que se habla sobre el fallecimiento de Rita Barberá y las diferentes reacciones que habían tenido los políticos: "todo este odio viene por no comprender el significado y la aplicación de la política". Este odio y rabia se ve reflejado en la sociedad, se ve a gente con ganas de justicia puesto que seguramente han sido heridos en algún momento de su vida. ¿Cómo sanar esta herida?
Ricardo: Hace poco quedé con un columnista que admiro y escribe para para medios con una ideología mucho más marcada y me sorprendieron dos cosas: que quedáramos sabiendo que había cierta admiración mutua y determinar que eso había que llevarlo a unas cervezas, y determinar que los dos encontramos una misma ausencia generacional, un amparo y las mismas dudas y reflexiones que, a él, desde su perspectiva y yo desde la mía, nos unía y nos llevaba a poner cartas sobre la mesa. Esto es extensible a todos los puntos. Ese odio solo se genera si se sabe identificar que ahí hay algo que, no necesariamente estás llegando a ser la mejor persona que estás llamado a ser, y hay que identificarlo con argumentario dando solidez a tu discurso. También, es cierto que en ese momento no hay que decir: “Qué bueno que él se ha equivocado porque yo tengo razón, y ahora te machaco sino que te tiendo la mano y vemos de que manera somos capaces de construir, porque yo no tengo ninguna solución, lo que tengo son ideas", y a partir de ahí determinar cómo trazamos línea en común. El periodismo no solo nos ayuda a contemplar y conocer el mundo, si no que tiene que tener resonancia en nuestra vida y conocer hechos que nos tienen que invitar a reflexionar en como nos relacionamos con ellos y ver que, si nos apelan y nos llaman, tenemos que responsabilizarnos.
Ignacio: El caso de Rita Barberá ha sido doloroso, no tanto por entrar sobre lo que hizo, sino por una magnificación de la culpa que tendemos a extenderla en todos los ámbitos: desde el chico que se toma una Coca-Cola en un determinado lugar, hasta el alcalde de una localidad. Es cierto que eso es imperdonable en términos de justicia, pero no en términos sociales porque, ¿Cuál es el límite de la cadena perpetua social o de la condena absoluta? Cuando una falta muy reprobable se convierte en algo completamente insalvable, es cuando empezamos a quemarnos unos a otros y cuando empezamos a atacar; te cargas de una manera el sentido propio de la justicia que es regenerar la sociedad, no destruirla.
Para acabar, me gustaría finalizar con un fragmento de un artículo y lanzaros una pregunta, este artículo dice: “No hablamos de una crisis política, nos referimos a una crisis de humanidad, a una emergencia educativa –en la medida en que es la educación el proceso para introducirnos en la realidad– que no podrá ser solventada con más dinero o con un apaño cualquiera. Urge encontrar un punto de apoyo moral, una experiencia de encuentro, que abra los corazones que hoy tienen secuestrada la paz y la confianza que son necesarias para pensar con sosiego.” ¿Cómo experimentar ese encuentro?
Ignacio: Decía Pasolini que “cuando alguien te educa, no te educa con su saber o con su tiempo, sino con su vida”. Eso, desde el ámbito educativo es más evidente porque no me ha cambiado la vida el haberme aprendido nada, me ha cambiado la vida haberme encontrado con una serie de personas que, de golpe, yo he descubierto en ellas una mirada que han cambiado mi deseo o han producido en mí un deseo de mirar de otro modo. En ese momento, mi mirada se ha ido asemejando a la suya porque ellas miran al mundo de otro modo, con más ternura y cariño, con más solvencia y sabiduría y con más conocimiento; esa mirada que en el trato personal me cambia. Es cierto que en el papel frío del periódico o la soledad del que lee una página web es más difícil se produzca un encuentro, pero creo que sí se puede transmitir ideas y actitudes siempre que haya un Yo. Siempre se nos dice en Periodismo que el Yo no existe, es decir, que el periodista desaparece, pero nuestro registro no es informativo sino interpretativo y de opinión. Así, es ahí cuando la condición para que haya comunicación es precisamente que haya un Yo, que reconozca que está mirando algo y que, seguramente puede que este perdiendo perspectivas, pero hay algo que ha visto y necesita comunicarlo y ponerlo en discusión. Ese Yo que educa con la propia vida y que también es periodístico porque el periodismo, al igual que la educación, es introducir a la gente en la realidad.
Ricardo: Este yo tiene que ir de la mano de Otro, porque al final, está muy bien tener propuesta, pero si esa propuesta no se vale de mecanismos para provocar encuentro, sería un blog académico o un revista agregada una universidad con una vocación casi endogámica. Pienso que hay que salir ahí fuera con entusiasmo, credibilidad y confianza en que han habido cosas concretas y aterrizarlas en experiencias de otros que han dicho: “Esto que habéis escrito desde México ha tenido una importancia intangible porque me ha enseñado a ver a mi hijo de otra mirada, o porque me invita a coger a un tío que se llama Chesterton y ,de pronto, me encuentro leyendo Manalive y descubro la grandeza del amor y del asombro”. Pienso que hay que partir de conocer que siempre habrá un Otro. En el punto que estamos, yo no escribo para que alguien me lea, sino para ser intermediario, es decir, que no se agote en ti la grandeza del encuentro es que se está dando un ENCUENTRO con mayúsculas. Y, verdaderamente, surge un Otro que hay que saber responder y que te pone en disposición de empezar un camino, que es una aventura. Que Democresía haya podido causar eso a una o dos personas, justifica todas las horas de trabajo porque nos ocurrió a nosotros desde otra perspectiva antes de que existiera este medio, y pronto se está volviendo en un intermediario. Mientras esto ocurra, seguirá existiendo y si no somos nosotros, por suerte, habrán otros locos que merezca la pena el decir que hay que maravillarse con el día a día y estrenar el mundo en cada ocasión. Como volver a ser como niños.
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